Un nutrido elenco de prelados italianos consultó a Juan Pablo II sobre la conveniencia de que su feligresía peregrinase a Medjugorje. La contestación fue categórica sin dejar un resquicio por donde asomase un mínimo equívoco:
-«Dejen que la gente vaya a Medjugorje. Allá se convierten, oran, se confiesan, hacen penitencias y ayunan».
Secundando este recio espíritu y en pleno alumbramiento del mes de María, con flores de buenas intenciones a porfía, la delegación de Barcelona se adentró 9 días en el corazón de
Medjugorje fue el momento álgido y la sabrosa guinda de la peregrinación, pero antes degustamos deliciosos manjares espirituales en el austral galo y en el septentrión italiano. Al adentrarnos en el principado monegasco nuestra conciencia tembló atónita por el contraste entre el desorbitante lujo montecarlino y el misérrimo estado de nuestros hermanos los pobres.
Tras pernotar en el santuario mariano de
Al día siguiente, por arte de magia celestial, volamos a Tierra Santa sin dejar suelo ítalo. Tuvimos la dicha de celebrar
Antes de adentrarnos en tierras eslavas arribamos en Padua y allí ante la imponente Iglesia de San Antonio permanecimos boquiabiertos como los pececillos ante su sermón. Tras la férvida oración la brújula de nuestro corazón se puso rumbo a Medjugorje no sin antes deleitar nuestras pupilas y rendir pleitesía ante la hermosura de sus edificios y la lindeza de sus jardines…
Ya en terreno eslavo atravesamos varios fuertes y fronteras aunque gracias a
El adriático salió a recibirnos ostentando translúcidas aguas de enigmático verdor. En la anochecida llegamos a Medjugorje y nos pusimos a velar armas. Tras la alborada caminamos sobre el áspero guijarro de la montaña de las apariciones cuajada de silenciosos peregrinos. Algunos en silencio menor y otros en mayor, pero todos muy recogidos. Gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación rezando el Santo Rosario con un mismo corazón, emanando una piedad inusitada. Allí dejamos ante
Por la tarde nos desplazamos a la parroquia, rebosante hasta la bandera. La fila de los confesionarios emulaba la de la final de un mundial de fútbol. Por sus frutos palpamos con nitidez las huellas dactilares de
Partimos de Medjugorje con la sensación de haber dejado un pedacito de cielo, pero confortados con la presencia de
Pero la ola de fervor de Medjugorje no murió en la arena de nuestro corazón. Nos esperaba Don Bosco en Turín, destilando dulzura salesiana y la candidez virginal de Dominguito Savio…Sus venerables restos descansaban en imponentes urnas bajo las coloristas cúpulas de la agraciada Basílica. Después veneramos los restos de San José Cafaso, director espiritual de San Juan Bosco en la iglesia de
Antes de trazar el punto final de la crónica la pluma relatará la cita en Annency con el Santo de la dulzura. Allí ante la tumba de San Francisco de Sales aprendimos el arte de aprovechar nuestras faltas y la copa de nuestra alma rebosó paz. Tras el paréntesis celestial volvimos al deber terrenal a la ciudad condal. A todos les hizo mucho bien la peregrinación independientemente de gustar las mieles del consuelo o masticar el ajenjo de la desolación.
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